lunes, 25 de julio de 2011

"Dime qué escuchas y te diré quién eres"

Se sabe que los jóvenes construyen su identidad con el vestuario, el peinado, el lenguaje, así como también con la apropiación de ciertos objetos emblemáticos, en este caso, los bienes musicales, mediante los cuales, se convierten en sujetos culturales, de acuerdo con la manera que tienen de entender el mundo, y de vivirlo, de identificarse y diferenciarse. Los jóvenes se constituyen en grupo. Los amigos son el núcleo donde se generan los patrones de conducta que se le propone seguir al adolescente. El deseo de ser independiente de la familia lo va a suplir con la dependencia de un grupo. Allí se escogerán los significados sociales que atribuyen a los bienes culturales que consumen. El consumo cultural los identifica y los cohesiona, les dicta patrones de conducta, códigos, formas de aprendizaje, inclusive su lenguaje se arraiga en los objetos que consumen. En definitiva, se establece un sistema de creencias. Los miembros del grupo actúan siguiendo estas creencias. En los grupos en los cuales, el elemento de cohesión, es la música, las creencias se generan a partir de ella. Ella es la que determina la forma de vestirse, de peinarse, de moverse, la forma de hablar. Este conjunto de creencias construye la identidad de ese grupo de pertenencia. No es casualidad que la población más joven, aquella que inicia sus propios procesos de conformación de identidad, sea la que muestra mayor nivel de compra de material discográfico, porque les es preciso poseer una serie de bienes culturales para formar parte de la comunidad cultural. Ahora, ¿qué es lo que lleva a los individuos a adoptar estas creencias en común? ¿Cuál es la amenaza a la que se ven enfrentados, y que resulta en este "acuerdo" de creencias? Quizás sea la intención de ser alguien en esta sociedad de masas. En un mundo que tiende a la homogeneidad extrema, la música parece ser el última salida donde mostrar una diferencia. Ser original, independiente o rebelde, e ir contra la corriente. Quizás sea buscar una identidad diferente a la de sus padres, o quizás, solo ocupar el tiempo libre, o ahogar el sentimiento de soledad, y encontrar un grupo de personas en el que ampararse ante las exigencias del sistema. El hecho es que una de las actividades que más realizan los adolescentes es escuchar música. La música une a individuos de puntos muy diferentes de la sociedad. Desde un neohippie belga con un anillo en la nariz, hasta un breakdancer de Tokio, con trenzas rasta y vaqueros anchos. Personas que no se encuentran próximas en el espacio social, pueden de esta manera, encontrarse e interactuar, por lo menos brevemente, teniendo algo en común. La música es a la vez, estilo de vida, vínculo social y fuerza espiritual. Orienta a los jóvenes en su búsqueda de autonomía y les brinda un medio de expresión.
Esto no es ignorado por las compañías discográficas, que tienen bien en claro su mercado, particularmente juvenil. Este tipo de industria ha aprendido que la pertenencia a la nueva comunidad de valores culturales pasa necesariamente por la posesión, conocimiento y dominio de bienes simbólicos específicos, uno de los cuales gira alrededor de la música y sus productos. En muchos países, la participación de la industria musical en la economía alcanza grandes proporciones, llegando a ser un pilar importante en varias naciones. Por esta razón, resulta lógica la preocupación por buscar, mantener y ampliar un mercado de consumidores. En este proceso, conocer y a su vez moldear, pero también amoldarse a las preferencias musicales de los jóvenes, tiene un papel imprescindible en las estrategias de las empresas. Para esto, los medios juegan un papel muy importante, ya sea para reforzar esta idea de que para pertenecer, es necesario tener, como también, para generar nuevos mercados, atribuyendo diferentes valores a la música, que son ajenos a ella.

Por lo tanto, la música tiene un aspecto sociológico. Ella es parte de la superestructura cultural, producto de las clases sociales, pero también de los medios de producción. La sociedad genera la música como su producto cultural. A su vez, ese producto modifica a la sociedad misma, porque la agrupa de diferentes maneras, genera grupos de pertenencia, produce alienación, implanta valores, ideales, los difunde, genera modelos e ídolos, inserta nuevos actores sociales, se generan nuevas creencias, todo con la consecuente resignificación de la música, formándose un ciclo de constante resignificación. Temas que antes no se trataban, como la delincuencia, las drogas, el alcoholismo, el sexo precoz, se suman a la lista de temas que sí estaban presentes en las letras de las canciones, como el satanismo o la violencia. Aquí entra en juego la fase psicológica de la música, que veremos más adelante. Pero no solo la estructura social es la que manipula la música. Los medios de producción también lo hacen, y no solo con la música, sino que la sociedad es moldeada para que consuma ciertos productos, a otros los considere de baja calidad. La industria discográfica es parte de los medios de producción. Y por lo tanto, la música es la materia prima con la que trabajan. ¿Puede la música afectar a los medios de producción, como lo hace con la estructura social? Solo hace falta recordar el combate de las grandes discográficas contra la piratería en Internet. Y si bien, en esta cuestión intervienen otros factores, como los sistemas informáticos, el producto comercializable es la música, y es lo que hace temblar a las discográficas, mientras las ventas continúan bajando poco a poco.
La música produce también un impacto psicológico. Es decir, no solo produce cambios en las conductas del hombre, y en la sociedad, sino que también hay cambios internos. ¿Porqué es que la música gusta y atrae? Para contestar esta pregunta, se podría definir primero qué tipo de impacto es la música, a dónde apunta, ¿a la memoria genética, a los valores, a los juicios o a la opinión?. Seguramente en la memoria genética debe haber un lugar para la música. Así como el fuego convoca, es posible que la música también tenga algún efecto similar. Si esto fuera así, se estaría modificando toda la estructura psicológica interna, porque si la memoria genética y los impulsos primarios son los puntos más estables, estos modificarían todos los demás segmentos, y se estaría comprobando que la música tiene una muy alta influencia en las vidas humanas. Ahora, si la música apuntara a impactar en los valores, el efecto sería menor, aunque igualmente tendría una gran importancia. Como estos valores son profundamente formativos, seguramente tendrían mucho más importancia en edades tempranas, en donde, la música podría llegar a determinar la idea del bien y el mal, del honor, de la moral, y quedando estos valores implantados en el individuo. Luego, si la temática de la música se dirigiera a estos valores, entonces seguramente habría por parte del individuo una identificación, con el consecuente refuerzo de los mismos. La música también podría impactar en los juicios, y es probable que así sea, ya que los juicios son adquiridos y culturales, y por lo tanto, su efecto sobre el individuo sería menor. O simplemente producir opiniones en la gente. Parecería en esta instancia que se podría explicar la influencia de la música sobre los individuos diciendo que ésta golpea en lo más profundo del individuo, y por lo tanto lo afecta como se ha visto. Pero también se ha podido ver que hay otros factores que intervienen en este poder que tiene la música para cautivar a la gente.

Influencia de la música en el desarrollo y formación del ser humano

La música ya no es considerada sólo como un lenguaje universal. Especialistas de diversas áreas del conocimiento la consideran un fenómeno. Con los aportes realizados durante más de 50 años de investigación y experiencia del médico francés Dr. Alfredo Tomatis, los profesionales de la salud han desarrollado similares programas con aplicaciones aún más específicas; los educadores, entendiendo la importancia y actualidad del tema, se están involucrando poco a poco en este trabajo abordando paralelamente un estudio estrechamente relacionado: la neuropedagogía. En Perú, por ejemplo, algunas instituciones educativas -en especial, del sector privado- realizan sus actividades académicas sustentándolas en proyectos de rango internacional, como: OPTIMIST, SNIPE Y LASER.

Los proyectos Optimist, Snipe y Laser consideran, entre otros aspectos de carácter singular, la participación de los estudiantes en situaciones de aprendizaje y audiciones musicales. Estas últimas se orientan no sólo al logro de una cultura musical básica por parte de los infantes, niños y jóvenes sino que, además, se espera sirvan de estimulo eficaz en la realización de las sinapsis durante el proceso de enseñanza aprendizaje. Los estudios de investigadores como Tomatis,Don Campbell, la psicóloga francesa Rauscher y el neurobiólogo Gordon Shaw(ambos profesores de de la Universidad de Wisconsin. Revista Nature, 1993) coinciden en afirmar los positivos efectos de la sonata K448 de Mozart. Es en la música clásica, en especial la de Wolfgang Amadeus Mozart, en la que las instituciones educativas y de salud apoyan esta interesante práctica que suscita la atención de la sociedad del norte peruano en el contexto de la globalización. Expuesto el asunto, existen situaciones aún no consideradas que aún son motivo de preocupación: A. En el sector Salud, las obstetrices desarrollan programas en los que se incluye estimulación temprana con terapia musical, desde aproximadamente los tres meses de gestación hasta la llegada del parto. Lo regular es que luego de este trabajo coordinado con los padres de los recién nacidos, las posibilidades de mantener contacto con las familias, en especial con los bebés, sean muy escasas. Estos recién nacidos ya no recibirán terapia musical, con excepción de algunos pocos que podrían lograr su inserción en una escuela privada que trabaje con los proyectos mencionados. B. De los niños que ingresan a las instituciones educativas que aplican estos proyectos, unos ingresarán desde inicial, otros desde primaria y algunos desde secundaria. En cualquier caso, no habrán recibido terapia musical desde los 0 a los 3 años de edad, o hasta los 6, 12 o más; según la edad a la que ingresen al colegio que aplica audiciones musicales. C. Si está comprobada la eficacia de la estimulación temprana con la música clásica de Mozart y muchos niños en el Perú no la reciben, pues aún con todo lo citado, las audiciones musicales constituyen todavía un beneficio elitista; ¿Cómo articular el período prenatal con los primeros 3 años de vida y, luego, continuarlo durante las etapas que se desarrollan en la educación Básica Regular (Inicial, Primaria y Secundaria) para que nuestros hijos y estudiantes tengan mejores posibilidades de desarrollo y crecimiento intelectual y personal?.